Néstor C. Kirchner: confrontación vs. valor de las redes

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Leer twitter y ver los medios masivos de comunicación hoy fue un ejercicio de tolerancia: Kirchner -desde su lecho de muerte- sigue polarizando y dividiendo a los argentinos. Y allí radica el aprendizaje que voy a tomar.

Debo decir que me gustaría no tener que dar este espacio, ya que implica traer a casa a alguien que estuvo del otro lado del cuadrilátero para mí (puntualmente, desde que tomé conocimiento de su rol en la estafa más grande realizada a nuestro país: el caso YPF).

De todas maneras, es la mejor forma de aplicar en la práctica ciertas enseñanzas fundamentales de Sun Tzu y su arte de la guerra: “tener a los enemigos más cerca que a los propios amigos”

En este momento de máxima exposición, más que nunca. Porque no creo que la obra de Néstor Carlos Kirchner pueda pasar sin al menos darle una vuelta superadora a la cantidad de disputas que vi tanto por los canales digitales cómo por la mass media.

Justamente. Esta es -en mi opinión- la herencia de NCK: formas de crear y profundizar la disputa, la confrontación como leitmotiv y la visión dualista: enarbolando el “ellos o nosotros”.

No estoy siendo novedoso con esta mirada: Kirchner logró enemistarse con los clústers políticos más importantes (como la iglesia y el campo), tomando energía de los conflictos generados: realmente reconozco en él una habilidad absoluta en agotar y quebrar a sus adversarios -aún cuando el resultado de las batallas fuera adverso para sus intereses-. Estas habilidades, sin embargo, no son distintas a las de un claro sucesor intelectual como es Hugo Moyano: no hace falta ningún tipo de capacitación intelectual para manejar el garrote.

Si bien estas son cualidades que considero dignas de aprehender en toda su riqueza, me parece importante destacar que su set de habilidades estaba focalizado en destruir lo distinto, en vez de buscar opciones superadoras que redundaran en un bien mayor.

Pero siguiendo a las leyes socionómicas, tengo en claro que su existencia política estuvo sustentada por un país que -al menos en este momento- tiene las mismas aristas, y las aplica en su día a día. Ejemplos de estos sobran en la calle, pero destaco como metáfora a la nueva modalidad de venta de cds-compilados-pirateados en el subte: el vendedor usa un altavoz y lo pone a todo volumen para mostrar su producto.

Que esta práctica del irrespeto absoluto por el espacio del otro haya sido “importada” de los trenes, me da la pauta que inclusive esta escala de valores se está profundizando en nuestra sociedad argentina.

De todas maneras, creo que existe la oportunidad del cambio. Y en mi opinión, esto empieza por generar espacios que en vez de estar centrados en generar bienestar para UN grupo en particular, sean excusa para juntarnos todos en sinergias para el bien común.

Este tipo de clústers ya existen, en forma de Valleys tecnológicos, clubes de emprendedores y Movimientos liderados por personas que entienden que el valor no está en los individuos, sino que es creado y compartido por todos los miembros de la red.

Y cierro con una frase que me encanta:

Para hacer con el egoísmo algo positivo hay que hacer coincidir el bien propio con el bien común (y no al revés).

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