Notas para cuando sea padre #006

2 Políticas preventivas para el daño emocionalLos sentimientos son algo sobre lo que no existe legislación. Es un fuero vacante: un espacio sin reglas predeterminadas.

Esta situación provoca que todas las transgresiones (y agresiones) que nos suceden en el plano emocional no tengan “consecuencias reguladas” en el perpetradperor: no existe en la sociedad una pena asociada como castigo para los que lastiman o defraudan los sentimientos de los cercanos.

Creo que esto es lo que provoca esas reacciones pasionales que -a veces- terminan en la sección de policiales del diario: la impotencia de revertir la situación que el otro nos ha puesto enfrente; insalvable, perdida de antemano. Persona ha roto los tratos, se ha llevado lo mejor de nosotros, y no hay manera de obtenerlo de vuelta. Ni castigo asociado. Impunidad.

Es probable que todos tengamos experiencias del estilo en nuestro haber: algunas como damnificados y otras tantas desde el lugar de los perpetradores. Las primeras son por lo general las más claras, ya que son provenientes desde fuera. Las segundas son en muchos casos más difíciles de observar, porque nos refieren a un incómodo lugar de responsabilidad por el sufrimiento ajeno.

En estos últimos meses me di cuenta de que estas situaciones son en muchos casos evitables, y que muchos de estos problemas parten de la falta de educación emocional que hemos tenido en nuestra sociedad.

Me gustaría aportar dos puntos básicos: a partir de ellos, entiendo que cada persona puede edificar sus propios códigos. Pero encuentro que estos pueden ser valiosos a la hora de aclarar un set de “políticas preventivas de daño emocional”, que nos ayude a plantear de una forma más sana nuestros vínculos, aplicando tanto para nosotros como para nuestros afectos.

I) Cumplir, no prometer de antemano o “intentar”

Tanto proponer como aceptar promesas en el plano de los sentimientos, es una situación que se me aparece muy similar al sembrado de trampas. Si bien su cometido original es marcar ciertos límites, nos encierran en acuerdos que luego pueden ser muy difíciles de renegociar: no es fácil cambiar de un “te amaré por siempre” a un “ahora estoy más para amarte dos o tres meses nada más, desde ahí vemos”.

Hijos de esta situación son los “intentos” de permanecer atados al cumplimiento de las promesas que realizamos o que hicimos hacer al otro (siendo esta situación -desde mi óptica- la más complicada).

Es por esto que creo que lo más importante es cumplir con el día a día, no acelerar los tiempos sino permanecer. Jugar el juego sin prisa, pero sin pausa…

II) Dar, sin pedir

Pedir es, en mi opinión, una solución fácil que nos permite depositar las inseguridades y problemas propios en el otro. De la misma que detallé más arriba, creemos que estamos generando límites,  o reglas, pero sin tener en cuenta que de nos estamos comprometiendo a tener que cumplir en retribución.

Esta situación nos plantea un juego reactivo, que puede terminar en una lógica de “castigos” ante incumplimientos, o –lo que me parece peor- en una defraudación al que aceptó comprometerse con el pedido, retirándonos aún cuando nuestra contraparte haya cumplido su parte del trato: una estafa emocional.

Dar sin esperar en retorno es, en mi visión, la apertura al juego proactivo. Otra vez, lo importante es hacerlo, ofrecer valor y dar posibilidades para que el otro se desenvuelva, teniendo en cuenta que bloquearlo en su libertad de acción termina llevando a patrones de conflicto.

Aún poniendo esto en práctica, creo que es inevitable que en algún momento podamos dañar al otro, o que nos dañen. Pero entiendo que estaremos brindando un espacio mucho mejor para construir relaciones más sanas.

Gracias por compartir =)

Leave a Reply